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“Cuando yo era niño, mi madre me dijo que no mirara fijamente el sol; un día a los seis años, lo hice. Los doctores no sabían si mis ojos sanarían. Yo estaba aterrorizado, me sentía sólo en la oscuridad. Lentamente, la luz se deslizó entre los vendajes y volví a ver. Algo había cambiado dentro de mí. Ése día tuve mi primer dolor de cabeza”. MAX COHEN

Blanco y negro. Estos son los dos colores en que se narra visualmente “pi, el orden del caos”, logrando un ambiente denso y tensionante que, sumado al primer plano en que se manejan las cámaras y a los punzantes sonidos que aparecen en el transcurso del film, hacen que el espectador sienta como suyos los delirios y tormentos de Max Cohen, el personaje principal.

A lo largo de la película, Max formula una y otra vez sus suposiciones:

1. Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza

2. Todo puede representarse y entenderse con números

3. Al graficar cualquier sistema surgen patrones

Embarcándose así, en la tarea de encontrar, casi paranoicamente, pruebas empíricas que confirmen los axiomas, resistiéndose a consejos que permitirían replantear sus postulados y aceptando sólo aquellos indicios de la veracidad de su teoría. Como la atención que le otorgó al judío (después de encontrar coherencia entre el Hebreo y su número de 216 dígitos), y a la representante de una corporación especulativa que quería obtener con desesperación los hallazgos de Cohen.

Go, es el juego de estrategia que practican durante sus encuentros Max y Sol, su ex maestro. En él, las posibilidades de juego son infinitas, por lo que ninguna partida es igual a otra, y es muy difícil evaluar el camino a seguir para obtener los mejores resultados, lo cual hace prácticamente imposible que una computadora calcule cualitativamente la posición de las piedras. Por esto, Sol argumenta que el tablero de Go es como el universo, extremadamente complejo y caótico; y que no puede resumirse con las matemáticas. A lo que Max responde que, a medida que el juego avanza, las posibilidades se reducen, el tablero asume un orden y las movidas son predecibles.

Lo anterior nos sugiere que si simplificamos el desorden llevándolo a su estado más reducido, podremos organizarlo; partiendo del hecho de que el desorden es parte necesaria del orden, no pudiendo existir uno sin el otro. Así, la organización del orden implica el caos en sí misma, y el caos organizado se transforma en orden.

A su vez, el film sugiere que lo vínculos afectivos de que carece Max, pueden ser lo que lo libre de enloquecer por causa de su extrema obsesión por la razón y la ciencia. Lo que nos lleva a pensar que la ciencia, lejos de deber concebirse como una máquina de resultados exactos, tendría que explicar el mundo a través de teorías abiertas y autocríticas; vinculando a las ciencias sociales en el estudio de la comprensión del mundo y sus fenómenos, vistos desde la complejidad del pensamiento humano.

Al final de la película, aparece un Max completamente distinto, que sonríe, se relaciona con los demás y no conoce el resultado de la operación matemática formulada por Jenna, su pequeña vecina. Max, al igual que lo hacen las computadoras, se reseteó, para ahora ver la complejidad del mundo a través de las cosas sencillas de la vida.

Victoria Nobi